domingo, 18 de diciembre de 2011

TEXTO PARA MI EXPOSICION EN " GALERIA TEXU" DE OVIEDO,

“Lo que sueño es un arte de equilibrio,  de pureza,  de  tranquilidad,  sin  tema
inquietante, que sea para todo trabajador cerebral, para el hombre de negocios como
para el literato, por ejemplo, un lenitivo, un calmante, algo parecido a un buen sillón
que le descanse de su fatiga”  Matisse, 1908.
El  arte de David Sancho posee una gracia tan alada que, al primer contacto,
puede parecer   ligero,   incluso  fácil.  En  realidad,  esta gracia es una conquista y el
creativo no improvisó su estilo de repente. Busca su propio estilo en el collage como
base,  hundiendo sus  raíces con matices pictóricos.  Pero desde el  momento en que
está en su camino,  ya no sufre  la menor  desviación y no hace más que avanzar  y
desarrollarse.
Su deuda con Matisse no puede ser negada; pero el automatismo pictórico y
alegre nos aproxima al enfoque neofigurativo informal  de la actualidad,  pasando por
aquellas composiciones inusuales que Paul Klee dejó poéticamente representados en
sus “cuadernos de viaje” por el norte de África. De la misma manera, es en la obra de
David done podemos contemplar el prodigio de la imaginación introducida en la luz y el
color de sus recortes gráficos. Esto no impide que su luz y su color sean bien suyos y
que si, como sus antecesores, es un pintor de la felicidad, lo sea de un modo que no
comparte con nadie.
A David no  le  importa crear  escenas,  paisajes,   interiores o bodegones.  Sin
embargo, no sólo busca en la naturaleza el placer de la mirada: se deja inundar por el
azul del cielo hasta el fondo de su alma. La expresión de sus sensaciones es directa,
aguda,  algo  impaciente,  y ante  todo  las expresa por  el  color.  Un color  que exalta,
refuerza, extiende, recorta y modifica si  es preciso hasta que alcanza la sonoridad de
un fulgor chispeante o de una finura animada. En sus collages puede ser estridente;
pero nunca agresivo ni vulgar: los signos distintivos de su arte siguen siendo siempre
la amabilidad y el  encanto.  Si   tiene en cuenta  la  luz propia de  los  lugares que nos
muestra, le gusta demasiado la precisión de los colores para dejar que no se enturbien
por otra serie de agentes que confundan su propia impronta. En general, el aire en su
arte es  cristalino,  el  mundo es   lozano  como si  acabara de surgir  o  como si  una
pulcritud terminase de lavar toda posible suciedad o polvo.
Las   composiciones   acusan   esta   expresión.  Ágil,   ligero,   vivo,   nunca   busca
definir los objetos de modo que resulten petrificados en una forma estática y pesada.
Sin   embargo,   si   cada   elemento   es   elíptico   al   extremo,   si   pone   en   vecindad   las
“espirituales” abreviaciones con los signos inventados, es limpio, lleno de nervio y de
carácter.  Sigue siendo evocador   incluso cuando parece solamente una  fragosidad
esquemática. Por lo demás, creando sólo formas abiertas, el autor hace surgir a los
espacios y a  los objetos de su aislamiento,  para hacerlos permeables a  lo que  les
rodea.  Al  mismo tiempo,  se abre la posibilidad de tratar un tema distintas veces sin
caer en lo monótono. Pinta series temáticas, pero cada obra es concebida con tanta
libertad,  es ejecutada con una elocuencia  tan  impetuosa que surge como  invención
única y como el efecto de una regocijante sorpresa.
jaime Rguez ©2011

por Jaime Rodriguez

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